Maleducados pero sofisticados

por Omar Rojas Camarena.

Desde el comienzo de la actual administración pública, el descontento social ha ido rotando en las clases sociales del país. A la víspera del Peñismo, los chavos clase medieros de la Ibero nos dieron una sorpresiva lección de civismo y conciencia, orillando a Peña a refugiarse en los urinales del campus.

Ya arrancada la administración, los menos privilegiados fueron muertos protestando y hasta los ricos, de a poco han levantado la voz.

Sin embargo, no volvimos a ver a Peña correr a esconderse, ni siquiera cuando los escándalos van en aumento y el cinismo, el asesinato y la impunidad son capitales políticos.

En lo personal, las ocupaciones trascendentes de lo cotidiano, me han justificado para no estar en la lista ni decir presente en los actos sociales.  Mis convicciones poco a poco se fueron durmiendo entre entregas y atrasos y compromisos laborales. Mis ideales tan sublimes y de altura tal, se han sofocado en la vida cómoda de la clase media que paga sus impuestos, justo para tener ese espacio, fácil y quesque privilegiado, privilegio que sólo da para mostrar nuestra tremenda rebeldía en las redes sociales y llegarle a nuestra cáfila de borrachines y poco leidos pero entrañables amigos, jeje. (Caterva de bohemios que no sobrepasan los 100 y que están más interesados en chichis y en coches, en pipas y programas, música y otros fetiches de la somnolencia y el confort).

Me perdonarán mis amigos, pero esta nota va para todos ustedes.

Me incluyo dentro del regimiento de clasemedieros que hacemos posible el mal manejo de los recursos públicos con nuestro silencio. Sin embargo, ayer por la mañana sentí la flama prendida de la rebeldía.  Esta vez, el descontento social tocó a mi gremio y me quitó el descanso. Están privatizando el agua y eso si me caló hondo y me hizo sentir abandonado por ese ente sobrenatural y otrora privilegiado que se llama «mi País».

Si mis aspiraciones tienen que ver con lo artístico y lo docente,  con lo social y lo sensible, entonces me estoy haciendo bien pendejo. Mis padres me dieron escuela, soy licenciado. Medianamente tengo una conformación moral y tuve amor y cuidado tras de mi. Y todo esto no me esta permitiendo actuar de manera congruente ante este descalabro en México.

Entonces no ha bastado todo lo aprendido. Es una cuestión de principios. Me descubro mal educado, y suficiente para ser victimado. Aplastado, transgredido en mis derechos constitucionales. -¿Constituque?-,  en una situación que pone en tela de juicio nuestra inteligencia, nuestra cultura y utilidad en la vida.

Si la privatización del agua no te rasga la piel, entonces si estamos ante un grave problema. Si el descontento no ha llegado a tu gremio, entonces es cierta la tesis de Chomsky que advierte que no sabes que no sabes.

Estamos ante un dilema intelectual que va a definir la subsistencia de la especie humana en el futuro próximo.

La encrucijada es real. Vamos a demostrar si la educación heredada nos va a sacar del problema o nos va a hundir más. Si nos acerca a nuestros padres para buscar soluciones conjuntas como familia, o va a fortalecer los lazos amistosos que tejen la sociedad, y trabajamos en equipo, o nos vamos a sentar a ver el fut, mientras unos pillos acaban con nuestros recursos todos.

Jugamos a ser modernos y sofisticados, entes de información y universalmente aceptables. Creemos en la justicia pero no sabemos sobre las leyes que nos contienen y regulan como sociedad y más aún, vemos la hierba crecer, nos sentimos inteligentes y al tiempo nos están robando.

La administración actual, quiere hacer del agua un producto comercial que beneficie a las mismas empresas como Higa. La extracción,  tratamiento y distribución, de manera asequible y pura del líquido vital, ya no son una obligación estatal ni un derecho constitucional. El agua ahora es una oportunidad de negocio y técnicamente es una mercancía susceptible al impuesto por ser un bien de consumo humano. Más aún, los requerimientos  per-cápita diarios, se fijarán en los 50 litros -contaminada o no-, una cifra por abajo de la recomendación de la Organización mundial de la salud, que la sitúa en un mínimo de 100 litros.

El camino a la privatización, esta blindado por una inclusión a la ley (artículo 148 de la ley aguas), que prohíbe a instancias civiles y académicas, la medición de la calidad y los niveles de contaminación de manera científica, agotando los estudios del agua en universidades. Esto implica un retroceso en materia legal y de derechos civiles.

Como ejemplo, no podemos hacer análisis del agua que llega a nuestros hogares sin un permiso especial de la  Comisión Nacional del Agua, so pena de multas en salarios mínimos de montos ominosos y ofensivos (de 200 a 50,000 salarios). En resumen, la ley actuando de manera fascista en cuanto al uso y derechos de los civiles sobre el agua.

¡Aguas! La máxima casa de estudios, La Unam, ya advirtió que el artículo 148 buscaría ensombrecer el manejo del uso del recurso y eliminar todo cuestionamiento y crítica,  que la sociedad civil organizada o de forma individual, a realizado con base en la investigación científica y otras formas de estudio.

Desde otra óptica, el agua no es del hombre, le pertenece a los mecanismos autopoiéticos del planeta tierra y eso, en términos latinoamericanos de la más alta estirpe, es filosofía científica. Lo que nos esta haciendo falta para entender esta dilema por el que cruza la especie humana y hoy los mexicanos, es educación y compañerismo. Dos utopías o dilemas históricos de la patria.

Las redes sociales, no otorgan cualidades intelectuales, nos hacen taciturnos y víctimas sofisticadas del hamponaje contemporáneo.  En todo caso, no las estamos usando de la manera correcta. Informar no es comunicar. Lo que comunica debe llevar a la acción. Pero, ¿y que se puede hacer?

Como primer mecanismo de presión, podemos dejar de pagar la boleta del agua, pero en contubernio todos. Como especie todos. Como mexicanos todos. Educándonos todos entre nosotros mismos. Ayudándonos. Sin miedo, vamos todos.

También debemos reunirnos, en las calles, en casa a lo Josefa Ortiz de Domínguez, convocando, platicando y buscando todos juntos soluciones. En una de esas, esta situación nos permite volver a ser amigo del otro, confiar en el de piel de dudoso color y sentir que la patria es algo real. Que es de nosotros y no un bien susceptible al marketing.

Estamos ante la posibilidad de cambiar los paradigmas de la educación y el devenir de nuestro país gracias a una crisis. El que salgamos de ella o no, es un reto para nuestro sistema de inteligencia social y civil. Vamos platicando en corto. ¿Dónde nos vemos? ¿Dónde nos reunimos? ¿Donde analizamos y calificamos a nuestros gobernantes?

Estamos ante una oportunidad real. Aprovechémosla.

 

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