Llegamos unos minutos tarde. Un auditorio pequeño, cortinas de terciopelo rojo en el fondo, dos micrófonos, un atril para apoyar su poesía. Mardonio Carballo seduciendo las palabras que oscilaban del náhuatl al español y viceversa. Juan Pablo Villa redondeando la poesía de su compañero con su voz que a veces suena a contrabajo, a veces suena a piano, a veces a dulce, a veces a dolor.
Me sumerjo en la butaca.
Estoy cerca, así que escucho dentro y fuera del audio, me dejo llevar por la rítmica poesía de Mardonio que se sumerge y luego flota dentro de los loops guturales de Juan Pablo. Los dos artistas juegan, improvisan, se fragmentan, se desnudan, se mueren, nacen, se completan, vuelan…
Por momentos siento que no hay nadie más, por momentos me pienso en otro espacio, en otros tiempos, cierro los ojos y viajo. Regreso al ritmo de “un danzón entre tus aguas…” y caigo en la cuenta de que los demás van y vienen con la cadencia sonora de un danzón imaginario, llevados por este dueto que recorre sus infiernos y sus cielos sin piedad de los escuchas.
“Prenderé fuego a la casa
Me morderé los pezones
Haré todos los días que me quedan chabacane y bocoles
Prepararé un lonche eterno
Me vestiré de ti
Me volveré tú
Con tu sábana y tu recuerdo
Hasta que yo también me
Vuelva viento”
Estridencias, saturaciones y un remix de náhuatl hip-hopeado me regresan abruptamente a mi butaca para indicarme que “aquí, acaba el cuento”…